En aquel magnífico día de hace más de veinte años, víspera de nochebuena, fueron miles los vigueses que se acercaron a todos los balcones marítimos para esperar la llegada del Queen Mary 2, el mayor trasatlántico hasta entonces construido, de 345 metros de eslora, recién salido de los astilleros franceses de Saint Nazaire, cuya compañía armadora, la británica Cunard Line, había elegido el puerto de Vigo para que el formidable barco, en su primera navegación de pruebas, sin pasajeros, realizara en nuestra Ría  todas las pruebas de maniobrabilidad.

Vigo fue el primer puerto que tocó y que, ya en viajes de crucero, tocaría en varias ocasiones. Aquellos vigueses, bien abrigados por el frío y sin temor a ningún corona virus, quisieron vivir en primera línea lo que fue una de las grandes efemérides en la historia del puerto, que ellos – algunos leerán esto – mantendrán para siempre en el recuerdo.

Han transcurrido dos décadas, los grandes cruceros apenas navegan y el mundo está hoy asustado.

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