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ANTONIO SANJURJO BADÍA, UNO DE LOS MÁS GRANDES EMPRESARIOS

Siempre debemos recordar a los industriales que contribuyeron a crear el Vigo actual, volver a reconocer sus iniciativas y su empeño empresarial en favor de la ciudad. En este caso, se trata también de honrar a un precursor en avances sociales en favor de los trabajadores.

ANTONIO SANJURJO BADÍA, UNO DE LOS MÁS GRANDES EMPRESARIOS

Antonio Sanjurjo Badía, nacido en Sada (A Coruña) en 1837, fue un personaje singular. Uno de los doce hijos del famoso Habilidades, el artesano, relojero y fundidor tan mencionado por la Pardo Bazán, el inquieto Antonio tenía, desde bien joven, una fijación con Vigo, por entonces en plena ebullición industrial. A la edad de quince años decidió abandonar el taller paterno y dirigirse a nuestra ciudad ¡andando! Quizás por ser invierno, porque el camino era largo, quizás por ser demasiado muchacho, a mitad de trayecto decidió volver sobre sus pasos.

Tan sólo dos años después, en 1854, consiguió embarcar hacia Cuba. En La Habana se empleó primero como operario, para enseguida montar su propio taller en compañía de un socio. Pero la obsesión por Vigo permanecía, así que su aventura cubana duró tan solo cinco años. En 1859, ya con un pequeño capital, a sus veintitrés años volvió a embarcar, en esta ocasión sí, con destino a nuestro puerto.

ENTRE LOS LÍDERES DE AQUEL VIGO

Su inicial industria – naturalmente, un pequeño taller – la montó al final del Areal, a la altura de Guixar. Y ocho años después, en 1868. consiguió construir la primera máquina naval y caldera a vapor «made in Vigo».

En 1880 Antonio Sanjurjo Badía dio el gran salto tras un intento fallido de poner en marcha un astillero. En la actual calle García Barbón levantó unas extensas instalaciones de fundición las cuales, amante de las alegorías, bautizó con el nombre de La Industriosa, debido a su afición a la apicultura y su admiración por las «industriosas» abejas. Y en la puerta un olivo y un laurel, símbolos, respectivamente, del trabajo y la gloria.

Con la fundición viento en popa, convertido en importante industrial, por la década de los noventa del Siglo XIX ya era uno de los líderes de aquella sociedad de emprendedores. En muy popular se convirtió cuando, en 1898, tras la debacle de Cuba, decidió construir una «boya submarino» dotada de artilugios para colocar minas en los cascos de los barcos enemigos… Porque Don Antonio consideraba seriamente la posibilidad de que la armada norteamericana decidiese atacar el territorio nacional por la Ría de Vigo.

Un sumergible de andar por la Ría que conservan sus descendientes,  con capacidad para tres tripulantes en posturas incómodas: al timón y control de las minas él mismo; y accionando las palancas de propulsión dos esforzados y temerarios operarios. Velocidad, 1 milla por hora. Profundidad estimada, 20 metros. El 11 de Agosto de 1898, la primera inmersión del aparato fue un éxito, una osadía que alcanzó gran eco en la prensa nacional.

ADELANTADO EN EL TERRENO SOCIAL

La construcción del submarino es el más conocido de los episodios protagonizados por Sanjurjo Badía; pero no deja de ser una anécdota en comparación con su incesante actividad, capacidad de trabajo y pasión por la innovación.

En 1906 inauguró una línea de transporte de pasajeros entre Santiago y A Coruña, con vehículos cuyo propulsor transformó del vapor a la benzina. Cuyos recorridos se apoyaban en algo muy avanzado, sorprendente para la época: una especie de «telefonía móvil» que les servía para comunicarse con la central en caso de avería y que consistía en postes con terminales cada diez kilómetros, siguiendo el tendido general. De esta manera, dependiendo de donde se produjera la rotura o atasco de algún componente, el conductor – o, con mayor probabilidad, su ayudante – debían movilizarse para caminar mayor o menor distancia. Una cobertura novedosa en todo caso, un progreso cara a la seguridad de los desplazamientos.

Y en 1912, en el mismo emplazamiento de Guixar en el que había comenzado, montó un astillero para barcos de pesca que pronto se convirtió en el segundo en importancia de la Ría.

Sin embargo, lo más destacable de la trayectoria empresarial de Antonio Sanjurjo Badía fue su conciencia social, una toma de posición en un campo en el que también fue precursor cuando el concepto de sistemas de protección para los trabajadores quedaban muy lejos. De esta manera, diseñó y puso en práctica seguros sociales y subsidios de vejez y enfermedad en sus empresas.

Creó una especie de caja de previsión, una llamada Hermandad, mediante la cual se les retenía a los obreros una mínima parte del sueldo que servía para asegurar a los trabajadores un retiro vitalicio y una garantía de salario mínimo en caso de enfermedad. También implantó la costumbre de pagar los sueldos los sábados, pues hasta entonces – estamos a comienzos del Siglo XX – se entregaban los salarios los domingos, lo que obligaba a los operarios a acudir ese día para limpiar las instalaciones.

Antonio Sanjurjo Badía, natural de Sada, aquel que desde adolescente se había propuesto Vigo como meta, fue un gran hombre, un gran industrial, un empresario progresista. Cuando en 1922 falleció todos los talleres de la ciudad pararon. Su capilla ardiente se montó sobre una gran máquina en una de las naves de La Industriosa y el entierro constituyó una impresionante manifestación de duelo protagonizada por de decenas de miles de trabajadores vigueses.

Una extraordinaria trayectoria tan única como ejemplar, que dejó una fuerte impronta en este Vigo que heredamos y que por entonces se encontraba en pleno impulso de desarrollo industrial.

BLAS CAÑADA

Publicado más tarde, el 08/08/2018: LOS SANJURJO CELEBRARON SU GRAN FIESTA DE LA CRÓNICA FAMILIAR

 

 

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