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18/04/2021
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AQUEL ERA UN CELTA MARLBORO
En la época el tabaco no era un riesgo para la salud. La factoría de Citroën acababa de inaugurar su primera nave en Balaídos y el modesto Celta, lo mismo que los demás equipos de entonces, carecía de patrocinadores directos. Pero sus dirigentes de entonces encontraron una vía alternativa.

Este artículo fue publicado en 2015. Desde entonces ha tenido numerosísimas visitas y, mediante enlaces, está presente en no pocas páginas externas. Su contenido fue expresamente citado en la serie ´Fariña´ y también en diversas publicaciones impresas.
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En el año 1959, tras catorce años seguidos en Primera División, el Celta descendió a Segunda; y de aquel club que se encontraba en graves dificultades económicas se hizo cargo la directiva más singular de su historia, en buena parte formada por destacados, bien conocidos, contrabandistas de tabaco.
Con el objetivo inmediato de devolver al equipo a la División de Honor, Celso Lorenzo Villa, natural del Baixo Miño, como presidente, lideraba el proyecto. Un caballero, como se puede observar en el montaje de arriba – en la pequeña foto de en medio – que era tan galán o más que el personaje del anuncio de Marlboro.
Resultaba un caso excepcional en pleno franquismo duro, puesto que Celso Lorenzo se había destacado en la guerra civil como teniente piloto de la aviación leal a la República, al que se le había permitido regresar a España; pero solo de vez en cuando. En realidad vivía en Portugal, en Caminha, teniendo como principal dedicación el contrabando de tabaco a considerable escala. Eso sí, estaba casado con una llamativa belleza rubia hija de un mando de la Guardia Civil destinado en Tui, a la que orgullosamente paseaba cuando le dejaban cruzar la frontera a bordo de un magnífico «haiga» descapotable pintado en blanco y azul celeste para ir a comer a A Guarda. La dama era tan espectacular como el vehículo. O quizás más, en función de las valoraciones de cada cual.
En la práctica, Celso Lorenzo presidía al Celta desde la distancia del otro lado del Miño. En la junta directiva figuraba, prominente, Vicente Otero «Terito», capo de la Ría de Arousa. Y también Pepe Vallina; Antonio Bar Boo; «Capitán Veneno»; Manuel Tomé Lorenzo; Eduardo Sanmartín; y Nicolás Alberte Meixengo, entre otros. Al igual que el presidente y «Terito», algunos de los mencionados eran descollantes alijadores de tabaco americano y también de whisky.
«Capitán Veneno» venía siendo Venancio González Iglesias, en el fútbol Venancio, jugador en su tiempo mítico. Natural de Rivadavia, destacó a lo largo de casi una década, desde el final de la guerra civil hasta la temporada 1947-48. El sobrenombre se lo ganó debido a que ejercía, efectivamente, de capitán sobre el campo; pero es que además, como extremo derecho, era un pendenciero con toda la garra y mala leche que exigía el embarrado fútbol de entonces. Que en campo contrario llegó a arrebatarle el paraguas a un exaltado espectador que, agitándolo, lo estaba increpando, para inmediatamente utilizarlo como instrumento para atizarle al mismo provocador sujeto.
No tuvo suerte aquella junta directiva. En la época resultaba todavía más difícil que ahora subir de Segunda a Primera División. Únicamente descendía el último y jugaba una promoción el penúltimo, por lo cual únicamente ascendía el primero de Segunda y promocionaba a doble partido el segundo. El Celta de Celso Lorenzo quedó en esta posición dos temporadas seguidas, jugó las dos promociones y las perdió.
Los dirigentes, frustrados, decidieron abandonar. Eso sí, indirectamente gracias a Marlboro, la marca que más importaban por mar y distribuían en tierra, dejaron al club en una situación económica mucho mejor de la que habían encontrado. Un Celta que no regresaría a Primera hasta el año 1969.
TÉ EN LOS DESCANSOS Y EL AUTOBÚS QUE CONDUCÍA CAMESELLE
Aquella directiva promovió al primer equipo a prometedores jóvenes gallegos como Pais, posteriormente traspasado al Barcelona. O Joaquín Alvarez Corbacho, futbolísticamente Joaquín, una rareza en los tiempos, ya que estudiaba carrera; y que, con el tiempo, terminó por convertirse en profesor universitario. En 1979 fue elegido alcalde de O Grove por el Partido Comunista, aunque después se afilió al Psoe. Un equipo aquel del que formaba parte otro mito del celtismo, el portero «Tigre» Padrón, que estaba bastante chiflado.
Entre los foráneos se encontraba un extremo izquierda sevillano conocido como Liz II porque su padre, con el mismo nombre, había sido también futbolista. Que se trasladó a Vigo en compañía de su madre viuda, una señora de permanente luto que asistía a los encuentros que jugaba su hijo – tan sólo cinco en toda la temporada – desde el lugar que la directiva le reservaba en la parte posterior del palco.
Unos jugadores que tomaban té en los descansos de los partidos. Algo extravagante en aquellos años en los que la infusión estaba considerada en España como exótico brebaje únicamente apto para el malestar de estómago. Que en el caso del Celta no se acompañaba precisamente de pastas, aunque, eso sí, iba bien cargadito con el fin de obtener resultados estimulantes. Tanto que, con buen criterio, algunos de los «equipiers» se negaban a ingerir la sospechosa tisana o pócima.
Los desplazamientos que no eran demasiado largos se hacían a bordo de un singular autobús americano con aire de «school bus», obsequio, en 1952, del Centro Gallego de la Habana. Se trataba de un vehículo «personalizado» con nombre y escudo del club, un Dodge de poderoso frontal y visera sobre el parabrisas, en el cual, con muy incómodos asientos, los viajes debían ser una tortura para los jugadores. Lo conducía el popular Cameselle y con frecuencia llevaba como carga extra decenas de cajas conteniendo cartones de Marlboro. Una buena alternativa de distribución.
Pero un vehículo que también cumplía con otra misión bastante más ejemplar: los domingos que el Celta jugaba en casa pasaba a recoger a los chicos del Hogar de San Rafael, a los que la directiva había habilitado – por supuesto, con carácter gratuito – un espacio en la grada de Río. Finalizado el partido los regresaba a su centro.
UN ÁRBITRO DE LA ÉPOCA TAN TRINCÓN COMO ECUÁNIME A SU MANERA
Respecto a la promoción de ascenso del año 61 contra el Oviedo, en la ida ganó 1-0 el equipo asturiano; pero en Balaídos la junta daba por segura la victoria del Celta, ya que el árbitro había sido apalabrado, un decir. Sin embargo, el resultado fue empate a dos goles. Al término del encuentro, uno de los directivos mencionados arriba, Pepe Vallina, que era el encargado de tales menesteres, bajó furioso a los vestuarios y amagó con agredir al colegiado. Por entender, con todo fundamento, como después se comprobó, que el Oviedo había hecho lo mismo. De ahí el empate. Y es que por entonces no había televisión y tales asuntos, los arreglos con árbitros, se daban con mayor frecuencia que ahora y casi con segura impunidad.
Hay que decir que aquel era un árbitro muy popular en la época, uno de los más destacados y un hombre con nombre histórico del arbitraje español.
Un Celta muy especial el de aquella directiva de contrabandistas de tabaco presidida por un aviador republicano. Aunque los éxitos deportivos no quisieran acompañar.
Celso Lorenzo Villa falleció en 2002 coincidiendo con un partido del club en Málaga. En el campo de la Rosaleda se guardó un minuto de silencio. Mucho antes, en 1984, había presentado un recurso solicitando que, al igual que a otros ex combatientes de la República, le fuera reconocido su rango como militar del ejército del aire, lo que le fue denegado.
Se puede decir que el Celta de aquellas dos temporadas contó con un patrocinador indirecto que era Marlboro, la marca de Philip Morris.
R.M.GONZALEZ
Ver también:
LA HISTÓRICA CONEXIÓN DEL PP CON LOS CONTRABANDISTAS DE TABACO