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Artículo publicado
23/07/2022
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CUANDO EL CELTA DE VIGO ESTABA
PATROCINADO POR MARLBORO
(INDIRECTAMENTE)
Habiendo transcurrido más de siete años desde su primera publicación este reportaje es uno de los clásicos de Vigoempresa, con muchas visitas directas y también las acumuladas desde los diferentes buscadores. Lo queremos volver a traer, una vez más, a nuestra portada.

En 1959, tras catorce años seguidos en Primera División, el Celta descendió. De aquel equipo que tenía muy graves problemas económicos se hizo cargo la junta directiva más singular que tuvo el club en toda su historia, en buena parte formada por conocidos contrabandistas de tabaco y licores.
Con el objetivo inmediato de devolver al Celta a la División de Honor, Celso Lorenzo Villa, natural del Baixo Miño, en la foto, se convirtió en presidente. Un caso excepcional en pleno franquismo duro puesto que se trataba de un hombre que había destacado en la guerra civil como teniente piloto de la aviación leal a la República, al que se le había permitido regresar a España pero solo a medias, para estancias temporales, que vivía en Portugal, concretamente en Caminha; y que se dedicaba al contrabando de tabaco a considerable escala.
Tenía aspecto y maneras de galán cinematográfico, se desplazaba a bordo de un ´haiga´- así se llamaba a los escasos y llamativos coches americanos de considerables dimensiones, generalmente a dos colores – y estaba casado con una espectacular joven y rubia dama que era hija de un mando de la Guardia Civil destinado en Tui.
De esta manera, en la práctica, Celso Lorenzo presidía al Celta desde la distancia. En aquella junta directiva figuraban Vicente Otero «Terito»; Pepe Vallina; Antonio Bar Boo; el «Capitán Veneno»; Manuel Tomé Lorenzo; Eduardo Sanmartín; y Nicolás Alberte Meixengo, entre otros, siendo algunos de los mencionados, al igual que el presidente, destacados importadores de tabaco de la época por los correspondientes canales alternativos, también de whisky Ballantines.
El «Capitán Veneno» venía siendo Venancio González Iglesias, en el fútbol Venancio, jugador en su tiempo mítico. Natural de Rivadavia, destacó a lo largo de casi una década, desde el final de la guerra civil hasta la temporada 1947-48. El sobrenombre se lo ganó debido a que ejercía, efectivamente, de capitán sobre el campo; pero es que además, como extremo derecho, era un reputado pendenciero, con toda la garra y mala leche que exigía el embarrado fútbol de entonces. Que en un norteño campo contrario llegó a arrebatarle el paraguas que agitaba un exaltado espectador que le estaba increpando y que inmediatamente utilizó como instrumento para atizar al mismo provocador sujeto.
No tuvo suerte aquella junta directiva. En la época resultaba todavía más difícil que ahora subir de Segunda a Primera División. Únicamente descendía el último y jugaba una promoción el penúltimo, por lo que solo ascendía el primero de Segunda y promocionaba a doble partido el segundo. El Celta de Celso Lorenzo quedó en esta posición dos temporadas seguidas, jugó dos promociones y las perdió.
Los dirigentes, frustrados, decidieron abandonar. Eso sí, hay que decir que dejando al club en una situación económica mucho mejor de la que se habían encontrado. Un Celta que no regresaría a Primera hasta el año 1969.
TE EN LOS DESCANSOS Y EL AUTOBÚS QUE CONDUCÍA CAMESELLE
La directiva de Celso Lorenzo promovió al primer equipo a prometedores jóvenes gallegos, como Pais, posteriormente traspasado al Barcelona. O Joaquín Alvarez Corbacho, futbolísticamente Joaquín, verdadera rareza en los tiempos ya que estudiaba carrera y terminó por convertirse en profesor universitario. En 1979 fue elegido alcalde de O Grove por el Partido Comunista, aunque más tarde se afilió al Psoe. Un equipo del que formaba parte otro mito del celtismo, el portero «Tigre» Padrón, que estaba bastante chiflado.
Entre los foráneos se encontraba un extremo izquierda sevillano conocido como Liz II, porque su padre había sido también futbolista con el mismo nombre. Que se trasladó a Vigo en compañía de su madre, viuda, una señora de permanente luto que asistía a los encuentros que jugaba su hijo – pocos – desde un lugar que la directiva le había reservado en la parte posterior del palco. En la imagen de arriba se reproduce un cromo infantil de la época en el que aparece Marín, un madrileño que formaba línea media con el asturiano Toni.
ERAN UNOS JUGADORES QUE BEBÍAN TÉ EN LOS DESCANSOS DE LOS PARTIDOS
Una infusión que por entonces estaba considerada en España como exótico brebaje, cosa rara de ingleses. Y que en el caso del Celta no se acompañaba precisamente de pastas, aunque, eso sí, iba bien cargadita con el fin de obtener resultados muy estimulantes cara a los segundos tiempos. Tan preparado iba aquel té que, con muy buen criterio, algunos de los «equipiers» se negaban a ingerirlo.
Los desplazamientos no demasiado largos se hacían en un famoso autobús obsequio, en 1952, del Centro Gallego de la Habana. Se trataba de un vehículo ´personalizado´ con nombre y escudo del club, un Dodge de aparatoso frontal y visera sobre el parabrisas, en el cual, con sus incómodos asientos, los viajes debían ser una tortura para los jugadores. Lo conducía el popular Cameselle y con frecuencia llevaba como cargamento extra decenas de cajas conteniendo cartones de Marlboro. Una buena alternativa de distribución.
Pero también un autobús que cumplía con otra misión bastante más ejemplar: los domingos que el Celta jugaba en casa pasaba a recoger a los chicos del Hogar de San Rafael, a los que la directiva había habilitado – por supuesto, con carácter gratuito – un espacio en la grada de Río. Finalizado el partido el autobús los regresaba al centro.
UN ÁRBITRO DE LA ÉPOCA TAN TRINCÓN COMO ECUÁNIME A SU MANERA
Respecto a la promoción del 61 con el Oviedo, en la ida ganó 1-0 el equipo asturiano. Pero en Balaídos la junta directiva local daba por segura una victoria del Celta por mayor diferencia, ya que el árbitro había sido ´´apalabrado´´ por adelantado. Sin embargo, el resultado fue empate a dos goles. Al término del encuentro uno de los directivos mencionados arriba, el encargado de tales menesteres, concretamente Pepe Vallina, que era todo un experto en el manejo y reparto de sobres, bajó furioso a los vestuarios y amagó con agredir al colegiado supuestamente comprado, que ya había cobrado lo estipulado. Sin conseguir alcanzarlo con su manotazo al aire, porque Vallina, aunque grande, era muy torpón físicamente.
Por entender, con todo fundamento, como después se supo por una confidencia, que el Oviedo había realizado idéntica gestión. De ahí el empate. Y es que por entonces no había televisión y esas cosas se daban con mayor frecuencia que ahora y casi con toda impunidad.
Un Celta muy especial el de aquella directiva de contrabandistas presidida por un aviador republicano. Aunque los éxitos deportivos no quisieran acompañar.
Celso Lorenzo Villa falleció en 2002 coincidiendo con un partido del Celta en Málaga. En el campo de la Rosaleda se guardó un minuto de silencio. Mucho antes, en 1984, había presentado un recurso solicitando, al igual que a otros ex combatientes de la República, que le fuera reconocido su rango como militar del ejército del aire, lo que le fue denegado.
Por entonces, hace más de medio siglo, Balaídos se inundaba cuando el Lagares, que no estaba canalizado, venía crecido. Ahora los futbolistas son casi todos unos jóvenes con mucho toque que no saben jugar sobre el barro, superficie preferida de los talludos leñeros de entonces. Los de ahora se desplazan en vuelo chárter, se alojan en hoteles cuatro o cinco estrellas y los viste para traje de calle alguna conocida marca de sastrería. Otros tiempos.
R.GONZALEZ N.