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CUANDO LA CALLE CAMELIAS SE LLAMÓ AVENIDA DE BEATRIZ

Se trata de una singular historia urbana que gustarán de recordar los vigueses que andan por los sesenta años, de ahí para arriba. Pero que desconocen casi todos los demás, la gran mayoría. Corría el año 1963 y estaba a punto de abrirse la actual Avenida Camelias que aun no tenía denominación oficial; pero a … Continuar leyendo "CUANDO LA CALLE CAMELIAS SE LLAMÓ AVENIDA DE BEATRIZ"

CUANDO LA CALLE CAMELIAS SE LLAMÓ AVENIDA DE BEATRIZ

Se trata de una singular historia urbana que gustarán de recordar los vigueses que andan por los sesenta años, de ahí para arriba. Pero que desconocen casi todos los demás, la gran mayoría.

Corría el año 1963 y estaba a punto de abrirse la actual Avenida Camelias que aun no tenía denominación oficial; pero a la que las autoridades locales se proponían llamar de Circunvalación. Entonces, antes de que se pudiera producir tal despropósito nomitativo, en una madrugada de verano aparecieron en distintos tramos pintadas como la que se muestra en la fotografía: Avenida de Beatriz.

El nombre fue inmediatamente adoptado por los vigueses, dando lugar a diversas interpretaciones pero casi todas en una misma dirección: algún anónimo enamorado había decidido bautizar la nueva vía con el nombre de su amada. Aunque algunos también apuntaron la posibilidad de que se tratara de un amante abandonado. O incluso alguien cuya enamorada había fallecido y así  quería perpetuar su memoria. Eran varias, aunque de la misma raíz, las extendidas especulaciones urbanas que además estaban instigadas por los diarios de la época.

De modo que, a falta de nombre oficial, todo el mundo comenzó a llamar al nuevo vial Avenida de Beatriz.

RESULTÓ TODO UN PROBLEMA PARA UN ALCALDE MEDIO POETA

La fotografía de arriba, con su pintada, fue tomada a la altura del puente sobre la Rúa Ourense, en las proximidades del hospital Nicolás Peña. Se estaban construyendo los primeros edificios.

El entonces alcalde, José Ramón Fontán González, era un buen hombre medio poeta de espíritu, motivo por el cual – quizás – duró sólo quince meses en el cargo. Una persona sensible a estas cosas que se vió en un brete. Por un lado no podía permitir que cualquier ciudadano, por enamorado que estuviera, bautizase por su cuenta una calle, menos en aquellos tiempos tan controlados. Por otro, ante el impacto entre la ciudadanía del asunto de la desconocida Beatriz, lo mejor sería buscar un nombre alternativo que resultara atractivo, a poder ser evocador. Y supo encontrarlo: Avenida de las Camelias. No era lo mismo; pero servía, ya que sutilmente armonizaba con el invento de las pintadas utilizando algo tan evocador de lo femenino como son las camellias japónicas.

Lo extraño es que su sucesor en la alcaldía, Rafael Portanet, que no era persona precisamente dada a romanticismos, mantuviese el nombre y no rebautizase la vía en honor de algún jerifalte franquista, concretamente con el de un buen amigo suyo.

Pero para los ciudadanos estaba claro: la avenida seguiría siendo de Beatriz. Y así la llamaron en los años que siguieron y por encima del nombre oficial. Hasta que, poco a poco, se fue olvidando.

PERO SÍ QUE EXISTÍA LA BEATRIZ QUE PUSO EL NOMBRE

Lo verdadera historia se conoció mucho más tarde, que el bautizo de la calle había surgido tras una cena en una casa de la calle Romil que poseía la familia conservera Ribas y en la que estaban presentes Alvaro Cunqueiro y el conocido notario, también singular persona, Alberto Casal, íntimo amigo del escritor y pariente de los anfitriones.

La velada se fue prolongando con licores digestivos de alta graduación y la animada conversación derivó hacia lo poco original que resultaba llamar a la nueva vía de Circunvalación, que además tampoco lo era. Así que los amigotes barajaron varios nombres hasta que uno de ellos tuvo la ocurrencia: la bautizarían como Beatriz, que así se llamaba una de las jóvenes hijas – todavía no había cumplido los veinte años – de los dueños de la casa.

MEDIANTE ROTULACIÓN DE URGENCIA Y CON NOCTURNIDAD

Aquella misma madrugada aparecieron las primeras pintadas realizadas con toda impunidad y brocha gorda, en las que participó, como ayudante, un paisano de Alberto Casal natural también de Becerreá y que le hacía de chófer. Que tiene nombre y apellidos, Jesús López Roca; y que lo contaba así en una entrevista que le hicieron hace unos años en La Voz de Galicia: «Un chico de la familia y yo bajamos a la fábrica de conservas y nos hicimos con un bote de pintura negra que era muy espesa».

El chico, el autor material, era nada menos que Tacho Ribas, uno de los personajes más extraordinarios que produjo Vigo en los últimos cien años (ver aquí reportaje: LA VIDA SEGÚN TACHO RIBAS)

CUNQUEIRO LA QUISO IMAGINAR COMO UNA BEATRICE DE VIGO

A los pocos días desde la última página de Faro de Vigo, en su «Envés», la sección que firmaba, Alvaro Cunqueiro comenzó a fabular acerca del origen de las pintadas. Unas fantasías que inmediatamente fueron adoptadas por los vigueses algunos de los cuales pronto se encargaron de imaginar nuevas y propias versiones. De esta manera la nueva calle comenzó a llamarse Avenida de Beatriz. Que era, en realidad, de diversas Beatrices.

Fue una travesura un tanto gamberra de unos principales actores intelectuales de la época, personajes muy especiales. Los cuales, en vista del éxito de la iniciativa, incluso llegaron a encargar y colocar también de manera anónima una magnífica placa de mármol para reafirmar el bautizo del nuevo vial.

La cual, lamentablemente, apareció destrozada al cabo de unas semanas. Pero sin impedir que el nombre sobreviviese años.

Así, por la pluma de Alvaro Cunqueiro, se convirtió Beatriz Ribas en una versión local de la idealizada por el Dante, la Beatrice de Florencia, que es la que aparece en la imagen de arriba. Algo parecido pero en Vigo.

BLAS C.

Un lujo para aquel diario – nada que ver con el actual – contar con un director que no era periodista sino literato fabulador.

Pero tantos años después las autoridades de hoy, que son sucesoras de aquellas otras, terminaron por vengarse de Cunqueiro utilizando su nombre para un hospital:
UN NOMBRE OFICIAL MUY DESAFORTUNADO PARA EL NUEVO HOSPITAL ALVARO CUNQUEIRO

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