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Artículo publicado
03/08/2018
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SANTÍSIMO CRISTO DE LA VICTORIA
ALIAS ´EL MAGNÍFICO´
En el último tercio del Siglo XVIII la villa marinera de Vigo giraba en torno al bullicioso mundo pesquero y comercial que se había originado en el arenal de la Ribera del Berbés. Corrían tiempos de enfrentamientos bélicos con Inglaterra y la actividad corsaria, que estaba perfectamente regulada, se consideraba parte de la contienda en el mar, ya que servía para apresar naves, causar bajas al enemigo y perjudicarlo en su abastecimiento y comercio.

En 1779, el reconocimiento por parte de España y Francia de las provincias británicas secesionistas de América del Norte provocó un nuevo enfrentamiento con Inglaterra y su nación aliada Portugal. Fue entonces cuando Buenaventura Marcó del Pont – el primer comerciante e industrial catalán radicado en Vigo, que también inició la industria del salazón – obtuvo permiso real para armar barcos corsarios.
Eran aquellas unas naves ´piadosas´ bajo advocación de figuras religiosas las que detentaban patente de corso. Se llamaban, por ejemplo, San Carlos o Virgen del Portal, nombres digamos que oficiales; pero que eran siempre más conocidas por sus alias, como ´El Atrevido´ y ´La Liebre´, que así eran, respectivamente, referidas por la población las naves mencionadas.
Hasta que se firmó la Paz de Versalles en 1783 los barcos de Marcó del Pont capturaron numerosos barcos mercantes ingleses y portugueses cargados con géneros tales como sal, especies, aceite, paños, cueros o trigo, artículos que se desembarcaban y eran comercializados en el entorno de la Ribera del Berbés.
EL CORSO RESULTABA UN EXCELENTE NEGOCIO Y UNA FUENTE DE RIQUEZA PARA EL PUERTO
La arriesgada actividad corsaria podía ser muy rentable siempre que los vientos de la suerte soplaran a favor. Y contaba Vigo con la ventaja de una situación geográfico estratégica ideal para que sus barcos se beneficiasen del tráfico entre Portugal e Inglaterra. El negocio, en resumen, marchaba casi siempre bien, resultando un considerable dinamizador de la economía local, un factor que impulsó el crecimiento del comercio y de la población, ya que, no siendo Marcó del Pont el único armador dedicado a la actividad, nuestro puerto llegó a contar con una numerosa y poderosa flota.
En los últimos años del Siglo XVIII, ya en tiempos de Carlos IV, se volvieron a dar las circunstancias bélicas propicias. De los nuevos barcos con patente de corso, uno recibió el nombre de Santísimo Cristo de la Victoria, conocido por ´El Magnífico´, que era muy popular, su brava tripulación todos unos reconocidos héroes en el entorno del Berbés, aunque, probablemente, no demasiado misericordiosos. El navío Santísimo Cristo de la Victoria destacaba por la elevada rentabilidad de sus sangrientos asaltos en alta mar.
Sin embargo, el orgullo de la flota era el Príncipe de la Paz, en este caso y excepcionalmente un buque sin alias dedicado a Manuel Godoy, valido del Rey y verdadero gobernante de aquella España. La nave desplazaba nada menos que 200 toneladas, contaba con veinte cañones y su tripulación estaba formada por 150 hombres bien bragados, preparados y dispuestos a los más brutales abordajes.
Todo lo anterior está muy bien precisado en los apuntes históricos del libro ´La Ciudad y los Días´, de José María Alvarez Blázquez, el más destacado investigador de nuestra historia, en este caso narrada por lo ancho y por lo menudo en un volumen salido de imprenta en 1960 editado por Ediciones Monterrey, que es un tesoro documental ya hace muchos años casi imposible en encontrar, quizás en alguna librería de viejo. Pero que ahora, recuperado hace unos años por Edicións Xerais, se puede adquirir en gallego.
(Las reseñas y efemérides originales de ´La Ciudad y los Días´ fueron apareciendo primero en una sección de Faro de Vigo en tiempos en los que el diario estaba dirigido por Leal Insúa, allá por los años cincuenta del siglo pasado. Posteriormente todo el material fue recopilado por el propio autor para ser editado y así entregado al público en forma de libro)
Gracias a los éxitos de la flota corsaria viguesa, Buenaventura Marcó del Pont recibió altos honores de la Corona, lo que posteriormente redundaría en gran beneficio para Vigo ya que, debido a sus contactos en la corte y exitosas gestiones, en 1794 el puerto consiguió por fin el derecho – que tanto había reclamado sin éxito anteriormente – a traficar libremente con todos los países americanos.
BLAS C.
Ver también:
BUENAVENTURA MARCÓ DEL PONT. Gran impulsor de Vigo