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FERNANDO CARRERAS GUIXERAS
Un catalán muy diferente
que llegó a Vigo
procedente de La Habana

Fernando Carreras nada tenía que ver con los salazoneros procedentes de la por entonces pobre y aislada Costa Brava que habían llegado a Vigo para ganarse la vida lejos del Mediterráneo. Siendo su trayectoria muy diferente, un empresario de éxito, quiso instalarse a lo grande en Vigo y en un enorme palacete que decidió construirse en el Areal, el barrio denominado ´de los catalanes´, sus humildes paisanos que todavía eran la mayoría esforzados trabajadores y otros se habían convertido en pequeños emprendedores. Un Areal conformado a orillas del mar por casuchas y mínimas fábricas con la vivienda encima.

FERNANDO CARRERAS GUIXERAS | Un catalán muy diferente | que llegó a Vigo | procedente de La Habana

ESTE ARTÍCULO FUE ORIGINALMENTE PUBLICADO POR VIGOEMPRESA EL 30/03/2018

El caballero barbado de la borrosa foto no era precisamente un bohemio. Al tiempo que personaje excéntrico, se trataba de un muy acaudalado armador de origen catalán el cual, tras casi toda una vida en Cuba, decidió volver a cruzar el Atlántico para asentarse precisamente en Vigo.

Se hizo construir un en exceso suntuoso palacete con más de cien ventanas y una enorme claraboya. Fue también el primer propietario de la magnífica finca de Bellavista que mucho después, en 1916, acabaría en manos de los Jesuitas.

Habiendo nacido en Valls, Tarragona, en 1808, Fernando Carreras no era otro esforzado emprendedor salazonero originario de algún pueblo de la Costa Brava, por entonces una región costera pobre y que se encontraba aislada de Barcelona.

No llegó a Vigo para montar una industria artesanal del pescado, sino que cuando arribó – en fecha indeterminada en torno a 1860 – ya era un hombre que acumulaba gran fortuna basada en la actividad como naviero que había iniciado en La Habana para comerciar sobre todo con Inglaterra; pero también con nuestro puerto.

Aparte del atractivo de la Ría, que nuestra ciudad fuera una de las bases operativas de su flota es lo que debió traerlo hasta aquí. También la presencia de aquella colonia catalana que producía los salazones que transportaban sus barcos.

CUANDO EL AREAL ERA ´ EL BARRIO DE LOS CATALANES ´

Unos catalanes que comenzaron a llegar en gran número a partir de mediados del Siglo XIX atraídos por la abundancia de pesca, la calidad de la misma y el efecto llamada por el éxito de la primera industria montada por Marcó del Pont (ver aquí: Buena Ventura marcó del Pont i Bori) Se instalaron en su mayoría en el Areal, es decir, sobre la playa donde las barcas podían descargar sus capturas.

Marcó del Pont, natural de Calella, era de familia acomodada y contrató a los primeros pescadores y salazoneros catalanes para trabajar en su fábrica, algunos de los cuales después se establecieron por su cuenta.

Con el tiempo llegaron a ser cientos, aunque una parte sólo aparecía durante la temporada de la sardina. Trajeron con ellos ancestrales técnicas salazoneras mediterráneas y la ´xábega ´, arte de pesca muy antigua y productiva de origen árabe.

Los que se asentaron definitivamente y se dieron en llamar  ´fomentadores ´ construyeron pequeñas industrias artesanales que eran al mismo tiempo vivienda. En el bajo se encontraban los depósitos de salmuera; y en el exterior, en la calle, colocaban los toneles en los que se prensaban las sardinas para extraer la grasa o saín que después se utilizaba para el alumbrado y como material para impermeabilizar barcos.

El hedor debía ser considerable en el que se dio en llamar ´barrio de los catalanes ´, unos aromas con los que ellos convivían con sus familias formadas con esposas importadas de sus lugares de origen. Mientras mantenían sus costumbres, luciendo las tradicionales barretina y  ´faixa ´.

Como la producción de salazones era mayoritariamente enviada al Mediterráneo, los mismos barcos regresaban con aceite, vino, frutos secos y otros productos levantinos, por lo que también se instalaron en el Areal pequeños comerciantes.

LLEGADA Y ESTABLECIMIENTO DE FERNANDO CARRERAS GUIXERAS

Aparte de no ser natural de la Costa Brava, Fernando Carreras Guixeras, que lucía tan luengas barbas, no gastaba barretina sino, como se puede apreciar en la foto, un sombrero de verdadero caballero y, muy probablemente, gabán del mejor paño inglés. Poco que ver con los de las ´faixas´.

Estaba casado con la vasca Carmen Iragorri cuando decidió dejar La Habana para venir a Vigo y aquí nacieron tres de sus hijos, dos de ellos mujeres. Mandó levantar semejante pretencioso palacete en aquel entorno maloliente quizás con la intención de epatar a sus paisanos de las fábricas con vivienda, los cuales, por su parte, lo debían considerar un ´sonat ´ o medio chalado. Y lo hizo además en el solar que antes había ocupado la fábrica de Marcó del Pont, el mencionado primer catalán en Vigo, el industrial que se dedicó al corso y que, enriquecido, fue alcalde la ciudad, promovió la construcción de la colegiata y donó la imagen del Cristo de la Victoria. El mismo que, necesitando mano de obra, trajo como a los primeros salazoneros.

La construcción del palacete se inició en 1863 y el edificio fue inaugurado en 1865, convirtiéndose en un lugar de peregrinación para los vigueses de la época al tratarse, en aquel entorno, de una novedosa, extravagante y suntuaria mansión como las de las grandes ciudades francesas.

Una casa de la cual, dadas sus dimensiones, de más de dos mil quinientos metros cuadrados útiles, hay que deducir que se ocuparía un numeroso servicio dedicado muy especialmente a mantener bien limpios los cristales de tantas ventanas. Que, por otra parte, también un suponer, debían permanecer siempre cerradas para evitar la entrada de los malos olores de la zona.

(En la imagen de arriba el edificio visto desde la actual calle García Barbón. Se puede apreciar que la entrada principal se encontraba en la fachada opuesta, la que no daba al Areal y miraba al sur)

 OTRO REGALO DE CARRERAS A VIGO FUE LA FINCA DE BELLAVISTA

Pero quizás, por encima de este edificio, el mayor legado de Fernando Carreras a Vigo sea la extraordinaria finca de Bellavista – originalmente de cinco hectáreas aunque hoy bastante disminuida en su extensión – que ocupa el colegio de los Jesuitas.

Tras el fallecimiento de Carreras pasó a manos de José Elduayen, cuyo hijo Angel se la vendió en 1916 a la Compañía de Jesús por la extraordinaria suma entonces, toda una fortuna, de cuatrocientas mil pesetas.

El colegio con sus magníficos edificios no comenzaría a funcionar hasta 1928. Un centro que en los años sesenta del pasado siglo contaba, entre otras singularidades y dotaciones, con una granja que incluía una explotación de ganado vacuno, la denominada ´vaquería ´.

Los alumnos de entonces, hoy ya bastante mayores, para siempre conservarán en su memoria ´el bosque ´, aquel gran espacio entre misterioso y semi prohibido – nunca del todo – que reunía espectaculares ejemplares de treinta y una especies de árboles, muchos ellos exóticos, llegados en los barcos de su primer propietario.

LOS SIGUIENTES DESTINOS DEL EDIFICIO DEL AREAL

Fernando Carreras falleció arruinado en 1882. Y pasado un tiempo, el edificio del Areal terminó en manos del Estado, que lo convirtió en sede del Banco de España.

Después de la guerra civil lo ocuparon los vencedores para transformarlo en Gobierno Militar. Y acaso para prevenir los militares que les cayera una bomba suelta a través de la gran claraboya, a ésta se la cargaron junto con toda la tercera altura de buhardillas bajo cubierta y sus correspondientes veinticuatro ventanas. A cambio colocaron un gran escudo franquista en lo alto de la fachada.

Con tal función se mantuvo hasta el advenimiento de la democracia, cuando pasó a ser de propiedad municipal. Y a partir de ahí el edificio tuvo sucesivos usos, albergando al Rectorado de la Universidad de Vigo; la oficina del Valedor da Ciudadanía; la sede de Vigueses Distinguidos; la de la Agrupación Territorial Galicia-Norte de Portugal.

Una regidora municipal que quiso sentirse Perly Emperatriz hizo instalar allí la sede de la alcaldía. Duró muy poco, ella y la sede. Y ya en 2014 fue traspasado a Zona Franca para dedicarlo a un, según se dio en bautizar entonces, ´Centro Gastronómico de Galicia ´ cuyo proyecto resultó un fracaso.

No cabe duda de que el catalán Fernando Carreras Guixeras en las dos décadas que pasó en la ciudad, que fueron las últimas de su vida, dejó larga impronta representada por la huella arquitéctonica en el Areal y la formidable finca – lo era en sus orígenes – llamada Bellavista. 

El estupendo Edificio Bonín que sustituyó a las casuchas de la fotografía- ejemplos de fábricas vivienda – no se comenzó a construir hasta 1910, siendo su promotor un indiano gallego, es de suponer que orensano, Manuel Rodríguez Rodriguez, casado con una italiana de apellido Bonín.

Mientras que con el tiempo algunos descendientes de los de la barretina terminaron por hacerse ricos cuando las conservas sustituyeron a los salazones y posteriormente sobrevinieron las dos grandes guerras europeas que, junto al extraordinario crecimiento de algunos países sudamericanos, les abrieron grandes mercados. 

Así, algunas de las mínimas fábricas se convirtieron en importantes industrias. Y, de alguna manera, los descendientes de los portadores de las ´faixas ´ terminaron por vengarse del exhibicionismo de Fernando Carreras al dedicarse a construir ellos destacados edificios en otras zonas de la ciudad.

Muchas décadas después, pasadas las generaciones, los descendientes enriquecidos de los trabajadores del salazón terminaron en convertirse en lo que, con ironía, se dio en llamar ´sardinocracia´

Fernando Carreras Guixeras seguramente era considerado un chalado por sus salazoneros paisanos del Areal, tan trabajadores como detentadores del obligado ´seny ´. En realidad, fue un estupendo, imaginativo y fecundo chiflado.

Un catalán muy diferente de aquellos esforzados inmigrantes que llegaron a Vigo procedentes de la Costa Brava.

BLAS C.

Los catalanes que fueron llegando al Areal – hay que insistir que los primeros de la mano de Marcó del Pont como obreros de su fábrica – traían consigo, junto con su lengua e indumentaria,  apellidos de su tierra tales como Tapies o Corbera, en catalán pronunciados Tapias y Curbera. Posteriormente, bastante más tarde y ya bien asentados en la ciudad, adaptarían esta pronunciación a la ortografía castellana.

El mismo Carreras Guixeras sería Carreres Guixeres.

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