Baixo Miño

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FLORENCIO Y MIGUEL

Son Florencio y Miguel, padre e hijo, al volante el primero en una foto no demasiado precisa tomada desde la distancia. Y falta Farruco, el can que los acompaña a todas partes y que por allí andaría. Estamos hablando del lugar de Soutelo, un poco apartado del centro de Goián y un paraje tranquilo donde … Continuar leyendo "FLORENCIO Y MIGUEL"

FLORENCIO Y MIGUEL

Son Florencio y Miguel, padre e hijo, al volante el primero en una foto no demasiado precisa tomada desde la distancia. Y falta Farruco, el can que los acompaña a todas partes y que por allí andaría.

Estamos hablando del lugar de Soutelo, un poco apartado del centro de Goián y un paraje tranquilo donde los haya, aunque en primavera y en tiempo de vendimia cuenta con intermitente tráfico de tractores y chimpines.

Florencio y Miguel, casi siempre juntos, no paran en ninguna estación del año. No se lo pueden permitir porque tienen tierras cultivadas y porcos celtas y vacas cachenas para cuidar, las cachenas lejos de su habitat original de A Limia, en Ourense. También poseen buenas extensiones de viñedos con diversas variedades, tanto blancas como tintas.

Por eso, llegado el verano y para vender su vino abren junto a su casa el furancho No Alto da Aldea, sin duda el mejor de la zona, muy frecuentado incluso por gentes que llegan desde Portugal. Entre las tapas que ofrecen hay que mencionar, como sorprendente singularidad para Galicia, unas exquisitas croquetas elaboradas con setas que recojen ellos mismos en otoño.

A cargo de la cocina se encuentra la siempre sonriente Silvia, mujer de Miguel y dueña de la perrita Linda, pequeña, brincadora y muy cariñosa, que andaba hace unos años por allí abandonada la pobre y que fue recogida. Linda, de pelo corto y capa blanca con manchas negras no se cansa de demostrar constantemente su agradecimiento. Aunque, eso sí, es friolera y en invierno sale menos.

Y están los gatos innominados, un montón, que van, vienen, se esconden, vuelven a aparecer. A los que se les ve felices en su libertad bien atendida.

Sin olvidarmos de Pilar, la madre de Silvia, que proporciona al furancho y también a algunas casas de la zona unos excelentes quesos artesanales.

Aparte de tantos trabajos estacionales cotidianos, la familia de Florencio está poco a poco reconstruyendo con sus propias manos una preciosa casa típica en la que algún día pasará a estar el furancho. O quizás abran una tapería.

¡Ah! Y en la finca vive otra gran perra de raza de los Pirineos llamada Maia. También recogida, en este caso cuando andaba perdida por un monte tras ser también abandonada. Es tan buena como tranquila y por las noches acompaña y cuida a los porcos celtas. Y ya por fin Peko, el último en llegar, otro perrito abandonado, de color negro, que también recogieron y que salió muy listo.

Aunque Florencio se queja de que le da por meterse con las vacas y un día alguna le va a soltar una buena pezuña.

Son muy buena gente del Baixo Miño.

 

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