Unos por otros

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Artículos de Antonio Ojea publicados entre 15/09/2008 y 01/01/2012

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LA GUINDA

Unos por otros

LA GUINDA

LA CAJA DE PANDORA

LA CAJA DE PANDORA
Aquí, en este corner noroccidental, alguien parece haber perdido el norte. A lo mejor es que el eje de rotación de la Tierra se ha desviado bruscamente y ya no sirven las referencias anteriores.
Me gustaría que alguien encontrase una explicación (y me la hiciese saber) a la cadena de extraños acontecimientos a los que estamos asistiendo. Por ejemplo, sale una expedición científica a bordo de un equipadísimo buque para adentrarse en el océano en busca de gas; cuando parece que habían dado con el sitio, va el robot y se pierde entre las aguas abisales. Digo yo que sería un robot inteligente, ¿no?
Un Caballero convoca a la ciudadanía y encabeza una “corta marcha” (la “larga” fue cosa de Mao) en defensa de “nuestra Caja”, asediada por las hordas norteñas, y parecía haber ganado. Luego la Caja resulta ser la de Pandora y empiezan a salir de allí decenas de males que van inundando el país. Lo primero que sale es un banco y lo que deja en evidencia es que, por lo que sea, los valerosos defensores de la meridionalidad de aquella caja se van por el desagüe junto con los del septentrión galaico.
¿Y qué me dicen de que el neonato alumbrado por gallegos se quede ahora en manos de un Castellano? Es que ni a propósito, vamos. Pero el Castellano ocupante dice poder tranquilizarnos porque dispone de unos misteriosos compromisos de inversión en el recién nacido que dejarán en pañales el intento del Banco de España de hacerse con el pesebre a través del famoso FROB. Primero nos dice que controla 700 millones de euros, luego los rebaja a 500 y, luego, incontinente, cala el chapeo, requiere la espada y… no hubo nada.
Pasan algunos días y otro prócer incombustible, con apellido de vino con denominación de origen “Rías Baixas”, Fernández Alvariño, acude presto al natalicio con un pan bajo el brazo: nosecuántos mil millones de euros de ignotos propietarios se aprestan en la frontera para, como un día los “cien mil hijos de San Luis”, acudir al rescate de la perla de la corona galaica. Por lo visto, al no disponer de chapeo que calar, ni espada que requerir, desaparece silenciosamente en lontananza y… tampoco hubo nada.
En estas consideraciones me hallaba cuando un amigo me pone al día con la verdadera interpretación de todo ello. Mi amigo es quien dice que se ha perdido el norte porque, ¿a cuento de qué se van los científicos en barco para encontrar el Gran Burato en medio del océano cuando lo tienen aquí mismo, en tierra y pleno centro de la ciudad? Y ¿por qué se van a buscar gas por esos procelosos piélagos cuando aquí mismo tienen a quienes llevan tiempo vendiéndonos humo?, y, lo que es peor, nosotros comprándoselo carísimo.
“Castellanos de Castilla, tratade ben ós Galegos / cando van van como rosas; / cando vén vén como negros”, dejó dicho Rosalía de Castro, a la que nadie evoca ahora, como una premonición de lo que está aconteciendo. “Foi a Castilla por pan e saramagos lle deron”, también nos dejó dicho en sus “Cantares Gallegos”, para que un siglo después lo actualizara Siniestro Total con aquello de “sólo vine a comprar pan, y me vendisteis el Corán”, recordándonos que lo que estamos pasando no es más que un “dejà vu” de lo que a finales del siglo XIX ya se vivía.
Y nosotros por aquí, como si no nos lo hubieran advertido, yendo a buscar agujeros negros en el Atlántico en busca de gas, mientras el burato que teníamos debajo se agrandaba y amenazaba con engullirnos tras su cortina de humo.

Sin embargo parece que la advertencia de Rosalía ha tenido respuesta, más bien cutre, pero respuesta. El Castellano del Gran Burato ha llamado a capítulo a algunos de los vendedores de humo para rebajarles algo los idem. Pero no falta quien, desagradecido, insista en que nos siguen queriendo dar el Pego (nos vuelven a dar saramagos por pan) tratando de salvar la cara con la renuncia a una parte de la retribución estipulada por/para respetar la “omertá” obligada dentro de la “famiglia”.

«Unos por otros…y la casa sin barrer»

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