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Artículos de Antonio Ojea publicados entre 15/09/2008 y 01/01/2012
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POR REFLEXIONAR

Me pongo a escribir tras cumplir escrupulosamente con lo que toca. Es sábado y lo que toca es jornada de reflexión. Y me he puesto a reflexionar.
Se me ocurre que hemos llegado a un hastío perverso en la sociedad, como consecuencia de la deriva hacia el agotamiento de la política. Salimos de la dictadura, orillando en lo posible la nostalgia de quienes se encontraban cómodos con la libertad aherrojada, con ganas de hacer política, aunque no fuera más que por llevarle la contraria a Franco que le había dicho un día a aquel ministro (creo que fue a Ruiz Jiménez): “Haga usted como yo, joven; no se meta en política”.
Pero creo que la política nos devoró, porque es un depredador nato. Lejos ya aquello de que “política es el arte de hacer posible lo necesario”, convenientemente sustituido por lo de que “es el arte de explicar por qué lo prometido resulta imposible”, los ciudadanos empiezan a sentirse frustrados, mientras desde arriba se fomenta la irracionalidad y algunos se van instalando en una órbita de la que parecen querer apartarnos.
Si la política tiene alguna virtud es la de resultar del ejercicio de la razón, disponiéndola para el bien común. Y si tiene alguna bajeza es la de pretender sustituir la razón por el afecto. Pues, según lo veo yo, ya estamos en esto. No hay más que escuchar a los seguidores de los de un lado y a los del otro, para comprobar que cualquier cosa que venga de uno es, intrínsecamente, perversa si se contempla desde la formación de enfrente. La penuria ideológica que adorna a los principales partidos del panorama político es una evidencia.
Lo cierto es que han logrado enjaular la política en un ámbito casi exclusivo, dotándose de unas maneras que pretenden hacer naturales a base de decir que la política se hace así, o que fulanito es muy político (o sea, que sabe hacer que hace), etc. El resultado es que eso que llaman “los políticos” forman ya una casta aparte, que en cierto modo se siente amenazada por los ciudadanos a los que sólo recurre para poder seguir en la jaula de oro que el sistema ha dispuesto para ellos. Y supongo yo que, como dice la canción, “así pensarán seguir, ganando el ciento por ciento”, hasta que llegue el comandante y mande parar. Lo que pasa es que aquí lo que llegó, hace 28 años, fue el teniente coronel, y no mandó parar, sino “¡todos al suelo, coño!”.
Fue un golpe triunfante, aunque los peones empleados (desde Miláns hasta García Carrés, incluidos Tejero y Armada) no se hayan dado cuenta. Con ese golpe se reforzó la autoprotección de la política y los políticos; se reforzó el sistema de monarquía parlamentaria, y se aumentaron las cautelas para cerrar el paso a cualquier innovación en el ámbito del ejercicio profesional de la política. No hay más que pensar en las formidables reticencias de los principales partidos a cambiar la formula inicial de la participación ciudadana. ¿Quién se atreve a plantarle cara a las listas abiertas, al sistema de escrutinio y adscripción de representantes, o incluso a unas primarias?
Lo cierto es que el modelo se está agotando, en un camino que en Italia ya han recorrido en ambos sentidos y aquí seguimos como hace más de 30 años. En Italia comenzaron con un sistema de representación proporcional que casi permitía ser diputado con un puñado de votos, se inventaron un “Pentapartito” para cerrar el paso al PCI que andaba con lo del “compromesso storico”, y todo terminó como el rosario de la aurora. Decidieron, entonces, que sería bueno favorecer a las mayorías, y el resultado fue la desaparición de los partidos tradicionales, tras la corrupción rampante de los que integraban aquel pentagobierno. Ello dio paso a la formación de dos grandes agrupaciones, La Unión (centro-izquierda) y La Casa de las Libertades (centro-derecha), mientras la derecha-derecha que era la Democracia Cristiana no ha resistido ni una refundación y del Partido Comunista resultaron cuatro o cinco cada uno más ortodoxamente comunista que el otro.
Puesto ya a reflexionar, y pensando en que las elecciones que se celebrarán un día después de que escribo esto tienen como máxima expectativa el nivel de abstención, creo que va siendo hora de innovar algo en política, ya que en ideología no innova ni dios, y dejar que entre en el Parlamento (ya veremos si en otros ámbitos de la política) algo del aire fresco que puedan traer partidos condenados al ostracismo por culpa de esa manía de trasladar a todo el resultado aritmético de las elecciones.
Lo que venimos haciendo hasta ahora acabará por aburrir a las ovejas. Y los lobos acaban por engordar a cuenta del aburrimiento del rebaño.
ANTONIO OJEA