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QUIQUE COSTAS, EL MEJOR EMBAJADOR DE VIGO EN BARCELONA
Hay amigos-as con los que te ves a menudo, incluso en algunos casos diariamente, y hay otros que a lo mejor los ves una vez cada muchos años; pero que tus sentimientos de amistad son tan intensos o más que con los primeros. Mi relación con Quique Costas es y ha sido así. Le quiero a pesar de la distancia y de los grandes paréntesis de tiempo sin vernos.

En la foto, Costas con Johan Cruyff y Rexach, con los llegó a formar una especie de triunvirato en el Barça, en el campo y fuera del campo
Le conocí en los jesuitas. Iba un curso superior al mío y en seguida fichó por el juvenil del Celta. En la temporada 1967/68 coincidimos en el primer equipo, donde él ya era el “veterano” de los jóvenes.
Alegre, bromista, buena persona, Quique era en la plantilla el enlace entre los verdaderos veteranos, Ibarreche, Lasheras, Rivera, Abel, Pedrito, Téllez, Herminio, y los jóvenes como Manolo, Lito, Lezcano, Canario, yo, Luis Villar, Felix…, el perfecto engarce para que aquel vestuario, complementado por jugadores de edad intermedia como Viñas, Novóa, Suco… ,funcionase como una pandilla de amigos. Un equipo que fue capaz de alcanzar la semifinal de Copa, ganándole al Real Madrid en Balaídos en el partido de ida. Tras el ascenso en el año siguiente, y contribuyendo a jugar por primera vez en Europa, cumplidas 6 temporadas en el club de su ciudad, fichó por el Barcelona.
A Quique, se le podría definir como un gran tipo fuera del campo, un excelente compañero en el vestuario y un jugador eficaz y de gran rendimiento en el terreno de juego. Todas esas características las mantuvo durante toda su trayectoria, porque siempre fue la misma persona en cualquiera de sus distintas etapas: como líder del juvenil; como pieza importante en el primer equipo del Celta; como cuando jugaba en el Barca de Cruyff o cuando lo hacía en la selección española que dirigía Kubala.
UNA EXTRAORDINARIA TRAYECTORIA PROFESIONAL
Tras 169 partidos con el Celta; 170 con el Barcelona;18 con la selección española (de ellas 13 con la absoluta); habiendo ganado una liga, dos copas y una recopa de Europa, en 1980, Quique finalizó su etapa de jugador, para continuar en la institución barcelonista como técnico.
Durante 34 años, Quique prestó todo tipo de servicios en la cantera del club blaugrana: ojeador, técnico en las categorías de base, entrenador del Barca B durante 13 temporadas, en las que se fueron formando multitud de jugadores como Guardiola, Busquets, Tito Vilanova, Ferrer, Jordi Cruyff, Pepe Reina, De la Peña, Celades, Iniesta, Víctor Valdés… y tantos otros.
Quique ha sido más que un entrenador. Ha sido un padre para todos ellos en una época en la que él era el encargado de transmitir la filosofía de Cruyff en el Barca B.
En sus formas siempre ha primado la función de educador. Era el que los preparaba humana y futbolísticamente para dar el gran salto al Camp Nou, pero siendo consciente de que la mayoría de ellos no alcanzarían nunca ese difícil objetivo . Uno de los que no lo lograron, decía: “no hay un exjugador al que no se le ilumine la sonrisa cuando habla de él”. “Ha sido un padre para todos nosotros”
El día de la colocación de la primera piedra del Estadio Johan Cruyff, Andrés Iniesta rompió todo el protocolo establecido. El entonces capitán del primer equipo se dirigió hacia él y le dio un abrazo lleno de ternura, de los que no se olvidan nunca y que emocionó a todos los presentes, por lo que representaba del agradecimiento que le profesaban todos sus pupilos.
ENTRE LOS MEJORES RECUERDOS Y AFECTOS DE PEP GUARDIOLA
Emoción, seguro, que también tuvo que sentir Quique al leer lo que Guardiola escribió sobre él en su libro “Mi gente, mi fútbol”, publicado cuando Pep se retiró como jugador y el que entre otras cosas se puede leer:
“Muy de vez en cuando, lo reconozco, me acerco a nuestra cantera, y nada más llegar, instintivamente miro a ver si le veo a él. Y siempre está. Le encuentro, indefectiblemente, sentado en las mismas escaleras sobre las que le conocí yo. Está, claro, más mayor; pero sigue siendo inconfundible, saboreando su enésimo cigarrillo, y sobre todo, disfrutando con el fútbol de esos niños que, por calidad, le roban el sentido y el corazón”.
“A Quique le quiero tantísimo que me conformo con darle la razón cuando me dice que este crío tiene talento. Y le quiero, sobre todo por lo mucho que él quiere a los niños y por lo mucho que me quiso a mi cuando yo era como ellos. Él y Antonio Olmo me dieron todo el cariño que necesitaba para no morirme de añoranza en el camino que va de la Masía al Camp Nou”.
“Necesitaba que me cuidaran, que me mimaran y ellos me dieron tanto que, francamente, muchas veces siento que yo jamás seré capaz de devolverles ni siquiera una parte de lo que ellos me dieron a mí”.
“Por eso, cuanto más frío estoy, cuando más en frío reflexiono, constato la mayor de las evidencias: que nunca he disfrutado tanto jugando al fútbol como aquellos años que viví al cobijo de Costas. Años en los que crecí sobre campos de tierra o hierba de 2º B; pero, sobre todo, años en los que crecí como persona junto a hombres hechos y derechos que me enseñaron el valor de la verdad”.
“Y lo digo como lo siento. Aquellos años fueron, sin lugar a dudas, los mejores de mi vida. Y cuando fría y serenamente recuerdo lo mejor de mi vida, fría y serenamente aparece Quique Costas”.
EL BARCELONA, GRAN PARTE DE SU VIDA
Fueron cuarenta y tres años prestando servicios al Barcelona. nueve en el terreno de juego y treinta y cuatro como el mejor técnico de una gran cantera.
En septiembre de 2014, extrañado de que no le hubiesen llamado y que tampoco le hubiesen ingresado la nómina, llamó al club donde le comentaron su jubilación. Además de lo poco inteligente de la decisión, lamentables las formas, aunque muy propias del fútbol profesional. Una reunión posterior con el presidente para recibir un reconocimiento oficial no reparó la falta de categoría y del más mínimo tacto en el trato con una de las personas más queridas, eficientes, y más representativas del Club.
No soy médico; pero para un hombre vocacional, que había dedicado casi toda su vida de forma ejemplar a una misma entidad, un disgusto de tal calibre tiene que afectar a tu salud. A los pocos meses, Quique sufrió un derrame cerebral.
Pero, al margen del fútbol, quisiera volver a la razón que dio pie al título de este artículo. Quique, lógicamente, se asentó en Barcelona; pero nunca perdió su contacto con Vigo, a donde venía todos los veranos.
Al margen de esa presencia anual en su ciudad, lo que procuró desde su primer año en la ciudad condal fue favorecer en todo lo que pudiese a todos los vigueses que acudían allí. Conseguir entradas, entrevistas con jugadores, fotos, posters y otras múltiples solicitudes contaron siempre con su colaboración para resolverlas.
Detallista, afable, orgulloso de su origen, abierto, desinteresado, Quique siempre ha dado muestras del cariño a su ciudad natal y ha supuesto un gran activo de la colonia gallega en Barcelona.
Hubo una etapa en la que el Celta le quiso fichar como técnico. En el 2003, cuando cesó Van Gaal estuvo a punto de hacerse cargo del primer equipo del Barca. Sin embargo, el destino, el puesto ideal para las características de Quique Costas, era el de descubridor de talentos, y el de educarlos y de formarlos, no solo para el fútbol, sino para la vida.
Un jugador que llegó a la élite, reconocido como el mejor técnico de una de las más prestigiosas canteras del mundo. Sobre todo, además, una persona entrañable, orgullo para la ciudad en la que nació, se formó y de la cual nunca se olvidó.
El Celta de la temporada 67-68. El autor de este artículo es el portero. Y Quique Costas aparece quinto en la fila de arriba, de izquierda a derecha. Ambos procedentes de la estupenda cantera que era entonces el colegio de los Jesuitas de Vigo, donde la práctica del deporte en general – no solo el fútbol – se consideraba tan importante, contando para ello con buenas y extensas instalaciones. Campos de fútbol, de baloncesto, de balonmano, espacios para el atletismo, la gimnasia y hasta un peculiar frontón.