Unos por otros

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Artículos de Antonio Ojea publicados entre 15/09/2008 y 01/01/2012

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LA GUINDA

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LA GUINDA

UN ORDENADOR CHUNGO Y UNA COMA ASTUTA

UN ORDENADOR CHUNGO Y UNA COMA ASTUTA
El magistrado de lo Social Miguel Ángel Cadenas Sobreira acababa de absolver al Ayuntamiento en la demanda del ex trabajador de limpieza del Concello Paulino Trabazos, tras la cabriola de solicitarle al Secretario General, Francisco Crusat, una certificación a todas luces falsa, la cual tuvo en cuenta el magistrado por encima de todo lo expuesto en la vista oral del juicio. Bueno, digamos que la cosa no le salió tan mal, porque poco después el magistrado ascendió en la carrera judicial hasta colocarse actualmente en el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, sin que yo pueda decir desde aquí que lo hizo sin aportar méritos suficientes.
Naturalmente descontento con el contenido de la sentencia, Trabazos decidió pasar a la vía penal y demandar al Alcalde que lo despidió, Manuel Soto, y al Secretario General que falseó un documento público para evadir su responsabilidad como referente último del personal municipal. Inicialmente, Paulino requirió los servicios profesionales del abogado Ventura Pérez Mariño, pero no quedó nada satisfecho en sus primeras conversaciones, porque decidió cambiar de representante legal. Trabazos formaba parte de un colectivo de trabajadores organizados en uno de los partidos de referencia maoista que tenían entonces más presencia que ahora.
Resulta que, según me comentó el propio Paulino, no le había gustado que Pérez Mariño le sugiriese una negociación con el Ayuntamiento para que, a cambio de retirar la demanda, el trabajador fuese readmitido en la plantilla municipal. Pero Paulino quería algo más y, a pesar de que Ventura veía clara la demanda, parece que la sugerencia de alcanzar un acuerdo previo activó el punto “g” de su desconfianza y Trabazos buscó refugio en un abogado más combativo a su juicio. Entonces se encomendó a Xesús Sanxoás, un abogado de notable trayectoria política nacionalista y combativa, para presentar la demanda contra los dos principales representantes municipales.
Alguien me advirtió de que el asunto había ido a parar a un juez que llevaba algún tiempo pretendiendo un traslado a instancias superiores de la Administración de Justicia y que no veía claro un resultado que podría contrariar a quienes políticamente tenían algo que decir de la promoción profesional en el gremio. Lamento no recordar su nombre, pero otros lo recordarán, así como su ascenso posterior. El caso es que el asunto fue admitido, conocido por el juez y resuelto en muy poco tiempo. Por lo visto Crusat admitió (no le quedaba otra) que, efectivamente, el número de contratados temporales que había certificado para que el Juzgado de lo Social no condenase al Ayuntamiento por el despido de Trabazos era falso. Pero se escudó en que fue víctima de “un error del ordenador del Concello” (¿?). Al juez le pareció bien y archivó el asunto, no sin antes dar traslado de la resolución a las partes, para que alegasen lo que considerasen pertinente. Pasó el tiempo y, al no personarse en el recurso, el asunto quedó definitivamente zanjado.
Me encontré poco después con Paulino Trabazos, quien me dijo apesadumbrado que Sanxoás se había “olvidado” de personarse para rebatir el auto de suspensión y, por omisión, daba por bueno lo resuelto. Otra vez quedaba impune una “anomalía” en el seno de la Administración Pública.
Una coma es una coma
Pero la cosa tiene una enjundia peculiar, porque, tras las noticias que yo iba publicando sobre el caso, Francisco Crusat hizo llegar a las redacciones de los medios de comunicación una información en la que se daba cuenta del contenido de la certificación aportada para resolver lo del despido. Como yo poseía copia del original, pude advertir que en el texto que el gabinete de prensa municipal, que llevaba entonces María Xosé Porteiro, había una mínima y subrepticia diferencia: en la nota de prensa faltaba una coma.
“En la fecha de contratación de Paulino Trabazos el número de trabajadores laborales temporales era de 70 (,) contratados al amparo del Decreto…”, decía, más o menos, la nota de prensa a la que faltaba una coma, entre “70” y ”contratados”. Se lo hice saber a Porteiro y le insistí en que así lo publicaría, con la coma en su lugar. La diferencia, es obvio, pretendía que la certificación, aunque no muy precisa, no incluía una falsedad consciente. Y es que no es lo mismo decir que el número total de contratados es de 70, y que lo fueron en virtud del citado Decreto, que decir que había 70 contratados mediante el decreto, sin perjuicio de otros. Es lo que tiene la gramática, que una cosa es una cosa u otra, con poner o quitar una coma.
Y, ya que estamos, una anécdota final. Tiempo después, cuando Soto fue obligado a dejar la poltrona porque se le puso de uñas Xesús Costas Abreu, dando paso a Carlos Alberto González Príncipe, Paulino me confesó, apesadumbrado, que Soto había mantenido su palabra de que él no entraría en el Ayuntamiento mientras el compañeiro fuese alcalde. Creo que veía la botella medio vacía.
Creo que se le iluminó el semblante cuando le dije, contemplando que la botella estaba medio llena, que lo cierto es que él había ganado, puesto que estaba a punto de reingresar en la nómina municipal, como peón de Parques y Jardines, y Soto tuvo que irse. “A lo mejor lo conseguiste tú”, le dije.
Como dice la canción, si naciste para martillo, del cielo te caen los clavos.
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